jueves, 5 de febrero de 2009

Vive Zipolite jornada social inédita, personas con discapacidad exigen sus derechos y dicen NO a la discriminación.

Decenas de personas con discapacidad clausuran simbólicamente un negocio, la razón: haber negado el servicio a una mujer con parálisis cerebral.


Eduardo García

Zipolite, Oax. Febrero 5 de 2009.- Casi nadie se quedó atrás, casi nadie fue sepultado por el miedo o la indiferencia, todos y todas trepadas en sillas de ruedas o apoyados en bastones salieron a tomar la única calle de Zipolite, esa que por las noches se colma de turistas que atraídos por el nudismo y las viejas historias de hippies llegan hasta este rincón de la costa de Oaxaca. Había que exigir justicia!


Como empezó todo

Guela, mujer sueca con parálisis cerebral severa había contado por la mañana el indignante episodio de discriminación que vivió a principios de año en un café Internet de la zona. Las cosas habían ocurrido más o menos así: Al llegar con su acompañante a querer hacer uso de una computadora el dueño le impidió el paso, despectivo le dijo que su silla estorbaría a los clientes, que ese no era un lugar “para gente como ella”, que se fuera pues. La narración llenó la copa de los agravios en contra de las personas con discapacidad que viven y trabajan en el CAI Piña Palmera, que sin más decidieron que esa noche irían a reclamar. La salida de los y las inconformes se programó a las siete, el comedor sería el lugar de reunión.

Llegada la hora los asistentes podían contarse con los dedos de una mano, sin embargo se decidió salir con los que estaban: Si tres decidían ir, tres irían. Pero pasados cien metros de recorrido el contingente ya había crecido. De las sombras habían ido saliendo una a una, y con y sin apoyo, las personas con discapacidad. Ahí venia Abigail en su silla, y también en su silla Malena (que al medio día había anunciado que no participaría), más allá, decididos, avanzaban Patricia y Pepe, lo mismo que Irene y Manuel. Miguel, el ciego más joven que se rehabilita en Piña también caminaba de frente muy cerca de Mariano, que bastón en mano iba como una de las cabezas visibles; más adelante esperaban Martín y la propia Guela. Para entonces decenas de personas sin discapacidad se habían sumado a esta marcha inverosímil que serpenteaba a cincuenta metros del mar.


Al llegar al Internet “Zipolite”, lugar de donde Guela fue literalmente expulsada, Mariano tomó la palabra y solicitó la atención del propietario, un señor de nombre Guillermo, mejor conocido como “Memo”. Sereno el joven ciego indicó el motivo de la presencia de tanta gente, habló de la indignación que causó el atropello a Guela, dijo que ese acto ofendía a todas las personas con discapacidad y que también atentaba contra sus derechos, que todos los y las ahí reunidas exigían una explicación. Por respuesta vino el grito, la intolerancia, voz altisonante de “Memo” descalificando a Guela y a Helena, su acompañante. Irritado dijo: “Esta niña ni siquiera puede hablar por Skipe y estorba mucho!!” Helena contestó encendida: “Guela no es una niña, es una mujer de treinta años. No puede hablar claramente, pero sabe perfectamente lo que hace y lo que pasa, tu le haz faltado al respeto y ni siquiera lo reconoces!!!”



A un paso de perder el control “Memo” llamó revoltosa a Guela y dijo: “Este es mi negocio y yo decido quien entra y quien no!! y dio la espalda rumbo al fondo del local. En ese momento varias hojas de papel con la leyenda “Clausurado por discriminar a una persona con discapacidad” comenzaron a ser pegadas por miembros del grupo. De ello se percató “Memo” quien salió nuevamente para despegar, arrebatar y romper tales letreros, hizo un amago de violencia, vociferó: Aquí no ponen nada!!!. El ambiente se tensó: si el comerciante daba un golpe y había respuesta, por mínima que fuera, la movilización fracasaría, todo se echaría a perder. Hubo llamados a la cordura, se pidió calma…y todo quedó nuevamente bajo control. Acto seguido fueron colocadas fuera del Café Internet, en el piso, varios letreros que daban cuenta de la clausura simbólica de ese negocio y en orden, pacíficamente, el grupo se retiró ante la mirada atónita de quienes a esa hora ya habían frenado toda actividad en sus computadoras.




El reverso de la moneda

Parada ante el mostrador de la tienda más grande de la población: Abarrotes “Tres Hermanos”, la dueña recibió a Mariano y a Flavia Anau, quienes le hicieron notar que si bien ahí se había construido una rampa, esta había sido obstruida por un par de refrigeradores. Inmediata y cordialmente la comerciante reconoció el error y mandó en el acto a retirar los obstáculos. El aplauso del grupo vino fuerte y duradero, en cascada, pleno de gratitud.

Pasar a la “Tres Hermanos” fue la segunda consigna del grupo que entendió bien que había llegado la hora de levantar la voz y hacer respetar una serie de acciones para cristalizar el derecho de las personas con discapacidad a la accesibilidad, tema en el que Piña Palmera ha venido trabajando desde hace ya varios años. Se trata de hacer modificaciones en las calles y aceras de Zipolite para que personas en sillas de ruedas y ciegos con bastón, pero también ancianos y niños puedan circular libres y seguros, para ello se han establecido acuerdos con autoridades municipales y con los comerciantes y los prestadores de servicios de la población. Dichos acuerdos contemplan entre otras cosas liberar de obstáculos la vía pública (de postes, anuncios comerciales, etc.) y la construcción de rampas para facilitar el acceso a tiendas, restaurantes, cabinas telefónicas, etc. Sin embargo son pocas las personas y empresas que han atendido las solicitudes, por lo que aprovechando la movilización se decidió hacer una visita a quienes han dicho “sí”, pero nunca “cuando” y a aquellos que de plano se han negado a atender las demandas de las personas con discapacidad. Por eso “en caliente”, el grupo, compacto y unido, luego de expresar su inconformidad en el Café Internet, se había dirigido a la tienda “Tres hermanos”.


La tercera se hizo en la miscelánea “El Paisano”, en donde el propietario ante la presión del colectivo, que ya había arrastrando a medio mundo, sólo atinó a decir “en dos semanas estará la rampa”. Lo mismo sucedió en el negocio de Baltazar, quien no muy feliz se comprometió a construir la rampa respectiva en quince días. Que habrá vigilancia para que esto se cumpla? Eso quedó muy claro.


El valor de participar

Hay emoción en sus caras, en sus palabras, es la esperanza, la alegría, el orgullo de participar en este movimiento por la reivindicación de los derechos de las personas con discapacidad en Zipolite. Movimiento que hoy sabemos ha comenzado, pero que nadie sabe hasta donde llegará. Reunidos en grupos pequeños cada quien habla de su vivencia.

“Sentí que la gente se dio cuenta que no nos dejamos y también que sí podemos…Con el señor Memo me dio mucho coraje porque no ve a los lados, sólo su negocio”, dice Irene, compañera con secuelas de polio y una de las encargadas de la cocina y parte importante en el diálogo con los tenderos.

Con ayuda de un libro de imágenes que se despliega frente a ella en una mesita empotrada en su silla de ruedas, Malena Luna, joven con parálisis cerebral asegura “Yo sentí coraje porque las demás personas no piensan en nosotros. Me gustó participar en esta movilización”.

Los testimonios se van desgranando uno a uno, todos, todas quieren hablar de su experiencia…Manuel, con paraplejia alude a la importancia de mantenerse unidos: “Sentí que éramos un equipo, con muy buena participación. Aunque no hablé pero estaba presente, que era lo importante. Voy a seguir participando”. Abi, que al igual que su hermano Martín deja entrever a cada instante los impactos de la ataxia dice: “Me sentí bien porque al participar en el grupo defendí mis derechos”

Mariano, joven ciego, traductor de Piña cuando es preciso hablar en zapoteco, sostiene: “Me sentí muy bien al exigir nuestros derechos y con el Sr. Memo sentí mucho enojo, pero tenía que controlarme. Por ser la primera vez me sentí muy bien, salió muy bien esta manifestación pacífica, me sirvió para seguir aprendiendo más”. Y Paty, con secuelas de polio, agrega: “Al principio estaba muy nerviosa porque no sabía como actuar ante el Sr. Memo, pero también me sentí muy apoyada al ver tanta gente. Ahora estoy convencida que la unión hace la fuerza”.

Con dificultad notable para hablar, José Luís, con parálisis cerebral, habla de lo que para él significó acudir a la marcha: “Sentí mucho orgullo de exigir mis derechos. La participación del grupo fue muy buena. Sentí indignación con el Sr. Memo y en la tienda “Tres hermanos”, me pareció muy grande el apoyo”.

Las muchas voces seguirán refiriéndose por horas infinitas a esta primera batalla en campo abierto, batalla sostenida contra la ignorancia y la indolencia. Batalla pequeña, callejera, nocturna, ganada a fuerza de unidad y de argumentos por quienes hoy han nacido a la ciudadanía activa, insumisa, digna.

Arriba el cielo negro, hermoso, tan real como la esperanza, entrega a los rebeldes su infinito regalo de estrellas.

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