miércoles, 28 de enero de 2009

De cómo vencimos el miedo y la vergüenza: La historia de Abi y Martín en Piña Palmera. (III y última parte)

Partir del universo de las realidades de las personas con discapacidad en el campo y los pueblos indígenas, darles voz, asumir sus causas, participar de sus dificultades y alegrías, colaborando para que sean sujetos de su liberación y constructores de otro tipo de sociedad es el objetivo que se adivina en las palabras de Martín, en la última parte de esta historia que hoy les presentamos.
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Serio, lúcida y fluidamente Martín Reyes, reflexiona: “Yo aquí he aprendido a ser muy fuerte, mi vida ha cambiado mucho. Empezando por mi carácter, muchas cosas en mi vida han mejorado. Antes era muy enojón, mi vida era amarga”.

“Eras muy enojón porque no habías aceptado tu discapacidad”, le dice Abi.

“Sí, la verdad no había aceptado mi discapacidad –asiente Martín- pero luego fui agarrando fuerza y también me fui aprendiendo a querer a mí mismo…Ahora creo que también ya se querer a los demás”.

“Yo también ahora tengo amigos y amigas –presume Abi-. Ana, Paty y Odi son las principales. Con ellas no sólo me siento contenta sino también he aprendido muchas cosas, como ser más limpia y ordenada. También he aprendido a ser más fuerte y disciplinada y a cumplir con mi trabajo”.

“Yo he aprendido a ser responsable, a levantarme temprano, a salir a pasear por las noches, a ser feliz. Cuando me llaman la atención porque no hago bien las cosas, cuando me jalan la rienda, entiendo que es por mi bien. Me siento querido”, expresa Martín convencido, y añade: “También tengo nuevas metas, por eso decidí terminar la primaria”. Su hermana lo secunda: “Yo también pienso estudiar la secundaria y después a ver que pasa, de entrada eso es lo que voy a hacer”.

Mirando la vida desde sus veinte años, Martín reduce la dureza de la ataxia a la molestia de una piedra en el zapato y seguro de sí exclama desde bien adentro: “Un día me voy a ir de Piña, me voy a ir para informar a otras personas, en otros pueblos y en otras comunidades de cómo las personas con discapacidad podemos salir adelante. Me voy a ir para motivar a otros amigos con discapacidad para que vean que la vida tiene sentido, que vale la pena”…Y luego, serena la mirada, firme la voz, como dice Serrat, Martín exclama para sí mismo: “En Apango, cuando era un chamaquito que cuidaba chivos nunca imaginé que un día iba a salir de ahí, nunca imaginé las cosas que iba a ser capaz de hacer, las cosas que un día iba a poder ver. Rodé por muchos lugares, anduve por muchas partes, hasta que llegué aquí… A veces pienso que es increíble que me hayan pasado tantas cosas, me pongo a pensar cómo ha podido ser, cómo pude salir de la basura”.


“Igual que Martín, recuerda Abi, yo llevé mucho tiempo a los chivos a pastar, yo también fui pastora, si no iba con los animales mi mamá me pegaba. Y allá en el campo sólo comíamos tortillas duras, entre el rastrojo…Pero eso ya quedó en el pasado, ahora el mundo es bueno para mi…y cada día será mejor”.


Fin




1 comentario:

  1. Tengo el verdadero placer de conocerlos, pero ahora leyendo su historia, creanme que los admiro aun mas...y asi como ustedes han aprendido de ustedes mismos, dejenme decirles que a quienes nos han otorgado la oportunidad de formar parte de su vida por un instante...aprendemos demasiado, son un ejemplo de vida, mas que un libro, mas que una analogia...

    Karen Saenz
    Mty. N.L.

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