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“La primera vez que estuve en Piña me caí y como aún era muy débil emocionalmente me sentí sola, muy triste…Y por ello decidí regresar a mi casa”. Así explica Abi el porqué retornó al pueblo de Santa María, Huatulco.
“Cuando ella se fue –dice Martín- yo me quedé pensando en cómo hacer para que volviera, me la pasé pensando dos meses cómo lograr que mi hermana regresara. Yo ya sabía que este era un buen lugar, yo ya le había platicado de las cosas que ya había conseguido, de mis logros, pero ella seguía necia”.
“Yo ya no quería venir, Martín no me convencía, agrega Abi, pero ocurrió que un día el nuevo marido de mi mamá me corrió de la casa… Yo le platiqué esta situación a Martín una vez que fue a visitarme. Me sentía muy mal porque aunque yo quisiera irme, en realidad no tenía a donde”.
Así fue, Abi me platicó llorando como la trataba ese señor, ella se quejó conmigo. Y entonces yo fui a hablar con él, lo enfrenté, le dije:
“¡¡Ella no puede caminar, póngase en su lugar!! ¡¡ Además ésta también es nuestra casa y si usted quería venirse a vivir debió pensar que aquí ya había una familia a la cual pertenecemos Abi y yo!!”.
“La verdad tenía un poco de miedo de decirle sus cosas, pero era mi obligación defender a mi hermana…Luego le dije a Abi: Ya es hora que resuelvas tu también el problema. Tienes que tomar la decisión correcta, así que o te quedas aquí a aguantar estas cosas o te vas conmigo a Piña. Si decides irte conmigo vengo por ti en una semana”.
“Yo sabía que estaba metiéndome en un gran aprieto, no sabía si podría ir por ella, si habría forma que la gente de Piña tuviera tiempo para ir, si hubiera un carro disponible, pero así le dije: Vengo por ti en una semana... Me eché pues un gran compromiso encima”.
A la semana siguiente –explica Abi- mi mamá me dijo:
“Ahí te buscan unos señores que no conozco, sal a ver que quieren”.
“Esos señores eran Marcelino, Teté y un voluntario que ya habían llegado por mi. Yo me quedé sorprendida porque Martín había cumplido, ahora sí me iba. Así que agarré mis cosas y me despedí de mi mamá que para entonces ya se había puesto a llorar y me decía que estaba triste, pero la verdad yo no le creí, ni aún ahora creo que se haya sentido mal por mi decisión de venir a Piña…Y digo esto porque en diciembre de 2007 fui a visitar a mi familia y mi hermano me dijo que me fuera de la casa. Nadie le llamó la atención, nadie le dijo nada y esa misma tarde mi papá fue por mí y me trajo de nuevo a Piña. Desde entonces no he vuelto a casa… De cualquier modo quiero mucho a mi madre”.
“Cuando llegó por segunda vez a Piña –asegura Martín- Abi todavía caminaba, con apoyo pero caminaba, eso sí, cada vez le costaba más trabajo”.
“Ajá, y como ya casi no me podía mantener parada aquí me dieron una silla, una sillita de ruedas amarilla y pequeña, parecía de juguete. Y pues con eso ya me pude mover mejor de un lado para otro, aunque como no sabía manejarla bien me caí muchas veces. Sobre todo cuando iba al baño me iba de cabeza y quedaba como tortuga, así, boca abajo. Jajajajaj!!”, cuenta y ríe Abi.
“Pues así fue como ella volvió y agarró su silla. Las cosas estaban mejorando, Abi se iba adaptando poco a poco y ya no estaba triste pero ahora debía hacerse cargo de sí misma. Porque para entonces ella todavía no lavaba sus trastes, ni se servía de comer, de hecho siempre me andaba diciendo: Martín lava mis platos, Martín, sírveme la comida…”.
“Yo ya tenía mis responsabilidades en la tienda y ella todavía quería que le hiciera sus cosas ¡¡Pues no!!. Ella debía aprender lo que yo ya había aprendido aquí: a hacer su vida, a escribir su propia historia”.
Continuará…
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