martes, 24 de noviembre de 2009

Carta de María Teresa Fernández Vásquez a la Senadora por Chihuahua, Teresa Ortuño Gurza

Señora Ortuño


Mi nombre es María Teresa Fernández, originaria de esta ciudad de México, persona con discapacidad motriz por secuelas de poliomielitis y activa promotora de los derechos humanos de las personas con discapacidad.

Su lamentable decir de una acción gubernamental de la que usted fue partícipe, como fue la aprobación del Paquete fiscal 2010, que "es como un niño que nos nació con discapacidad y bastante feíto", y sobre el que todavía continúa diciendo que "(a usted) no se le podría pedir que dijera que es hermoso, maravilloso ..." sólo denota la pobreza de su calidad moral, su supina ignorancia en materia de derechos humanos y su absoluta falta de sensibilidad, que desconoce el irreparable daño emocional, moral y social que puede causar una declaración semejante --viniendo de una funcionaria de su jerarquía, mujer, y muy posiblemente madre--, en cientos de miles de niñas y niños y madres y padres de hijos con discapacidad, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo.

Pero más lamentable aún que su infortunada comparación, me parecen a mí las respuestas que ha dado a las reacciones que su inadmisible concepto de la discapacidad y de las personas con discapacidad ha despertado, independientemente del calificativo de "feito", que para mí --insisto, promotora de los derechos humanos-- carece absolutamente de importancia, dada la subjetividad implicada en el juicio. Una a una, las argumentaciones de que se ha valido para justificar lo que usted intentó trivializar llamándole "un error": que "habla de discapacidad y fealdad como cosas distintas"; que una de las personas que la interpeló no debió basar su juicio en "una frase mal armada"; que no teme al juicio "de las personas que juzgamos tan a la ligera", y otras, a cual más de desacertadas, no hacen sino evidenciar que usted sigue sin comprender el acto imperdonable de discriminación que cometió, y por ende, su incapacidad para ostentar un cargo público de representación popular, en el que, agravadamente, usted es Presidenta de la Comisión de Educación e integrante de la Comisión de Derechos Humanos del, ni más ni menos, Senado de la República Méxicana, cuyo propósito fundamental es el análisis, discusión y aprobación de las normas que constituyen nuestro sistema jurídico.

Pero es usted una persona con suerte, señora Ortuño. En primer lugar, por ocupar un cargo público en un país en el rigen, de un lado, la impunidad y el cinismo políticos, compartidos y protegidos, además, por un inoperante sistema de justicia; y del otro, una ciudadanía prácticamente inexistente, pasiva, sumisa, ignorante de sus derechos y desprovista de los medios para exigirlos. Tiene suerte también porque quien se ha propuesto para dialogar con usted, la reconocida periodista y promotora de los derechos de las personas con discapacidad, Katia D'Artigues, es una persona cuya madurez y conocimiento de la realidad social y política que actualmente vivimos le permite reconocer que a lo que más podemos aspirar de una persona como usted, las personas con discapacidad que hemos sido laceradas en nuestra dignidad por su manera de concebirnos y de utilizarnos como objeto de comparación con una decisión deleznable, y de la que, de igual manera, muchos de nosotros y nosotras nos sentimos profundamente indignados, es buscar trocar el oprobio por un compromiso suyo --cuyo cumplimiento, puede estar segura, no perderemos ocasion de vigilar-- de que en adelante impulsará la agenda pública que le demandaremos las personas con discapacidad.

Como ciudadana de México, como persona con discapacidad y como luchadora activa por los derechos humanos de las personas con discapacidad, pediría más que eso. Lo que yo le pediría, señora Ortuño --y tenga la seguridad de que si dispusiera de la autoridad o de los recursos necesarios no se lo pediría, sino que se lo exigiría-- es que renuncie al cargo público para el que nadie más que usted misma y sus propias palabras han demostrado que carece de la capacidad profesional y humana para desempeñar como le es obligado. O de manera alternativa, y quizás concediera dejarle la decisión a usted, que el 80 por ciento de su salario neto se destinara a un fondo de apoyo a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan día con día para edificar lo que usted, de un plomazo, se permitió la licencia de poner en riesgo.

Atentamente.

Lic. María Teresa Fernandez Vázquez

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