miércoles, 1 de julio de 2009

Ghislaine Lanctot, médica: hay una mafia que crea enfermedades y mata.

Laura Jimeno Muñoz* (I Parte)



La mafia médica es el libro que le costó a la doctora Ghislaine Lanctot su expulsión del Colegio Médico y la pérdida de su licencia para ejercer medicina. Probablemente sea la denuncia más completa, integral, explícita y clara del rol que juega el complejo formado por los sistemas de salubridad y la industria farmacéutica. Expone también la errónea concepción de la salud y la enfermedad en la sociedad occidental, fomentada por esta mafia médica que ha monopolizado la salud pública creando el más lucrativo de los negocios.


Y además de tratar sobre la verdadera naturaleza de las enfermedades, explica cómo las grandes empresas farmacéuticas controlan no sólo la investigación sino también la docencia médica, y cómo se ha creado un sistema de salud basado en la enfermedad –en lugar del bienestar– que hace las enfermedades crónicas y mantiene a los ciudadanos ignorantes y dependientes de él.


La doctora Lanctot terminó sus estudios de medicina en 1967, una época en la que estaba convencida de que la medicina era extraordinaria y que antes del final del siglo XX se tendría lo necesario para curar cualquier enfermedad. Sólo que esa primera ilusión fue apagándose hasta extinguirse.



Medicina significa negocio


El libro es artillería pesada contra todos los miedos y mentiras que destrozan nuestra salud y nuestra capacidad de autorregulació n natural, volviéndonos manipulables y completamente dependientes del sistema.


–¿Por qué la decepción? –


Porque empecé a ver muchas cosas que me hicieron reflexionar. Por ejemplo: que no todas las personas respondían a los maravillosos tratamientos de la medicina oficial. Además, en aquella época entré en contacto con varios terapeutas suaves –es decir, practicantes de terapias no agresivas, en francés Médecine Douce– que no tuvieron reparo alguno en abrirme sus consultas y dejarme ver lo que hacían. Y llegué pronto a la conclusión de que las medicinas no agresivas son más eficaces, más baratas y, encima, tienen menores efectos secundarios.


–Y supongo que empezó a preguntarse por qué en la Facultad nadie le había hablado de esas terapias alternativas no agresivas.


–Así es. Luego mi mente fue más allá y empecé a cuestionarme cómo era posible que se tratara de charlatanes a personas a las que yo misma había visto curar y por qué se las perseguía como si fueran brujos o delincuentes. "Por otra parte, como médico había participado en muchos congresos internacionales –en algunos como ponente– y me di cuenta de que todas las presentaciones y ponencias que aparecen en tales eventos están controladas y requieren obligatoriamente ser primero aceptadas por el comité científico organizador del congreso. ¿Y quién designa a ese comité científico? Pues generalmente quien financia la reunión: la industria farmacéutica.


"¡Sí, hoy son las multinacionales las que deciden hasta qué se enseña a los futuros médicos en las facultades y qué se publica y expone en los congresos de medicina! El control es absoluto".


–Y eso fue clarificador para usted...


–Y tanto. Darme cuenta del control y de la manipulación a la que están sometidos los médicos –y los futuros médicos, es decir, los estudiantes– me hizo entender claramente que la medicina es, ante todo, un negocio. La medicina está hoy controlada por los seguros –públicos o privados, da igual– porque en cuanto alguien tiene un seguro pierde el control sobre el tipo de medicina al que accede. Ya no puede elegir. "Es más, los seguros determinan incluso el precio de cada tratamiento y las terapias que se van a practicar. Y si miramos detrás de las compañías de seguros o de la seguridad social... encontramos lo mismo".


–¿El poder económico?


–Exacto, es el dinero lo que controla totalmente a la medicina... Y lo único que de verdad interesa a quienes manejan este negocio es ganar dinero. ¿Y cómo ganar más? Pues haciendo que la gente esté enferma.... porque las personas sanas no generan ingresos. "La estrategia consiste, en suma, en tener enfermos crónicos que tengan que consumir todo tipo de productos paliativos, es decir: para tratar sólo síntomas; medicamentos para aliviar el dolor, bajar la fiebre, disminuir la inflamación.. . Pero nunca fármacos que puedan resolver una dolencia. Eso no es rentable, no interesa. La medicina actual está concebida para que la gente permanezca enferma el mayor tiempo posible y compre fármacos; si es posible, toda la vida.


Un sistema para la enfermedad


–Infiero que ésa es la razón de que en su libro se refiera al sistema sanitario como sistema de enfermedad.


– Efectivamente. El llamado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Se practica una medicina de la enfermedad y no de la salud. Una medicina que sólo reconoce la existencia del cuerpo físico y no tiene en cuenta ni el espíritu, ni la mente, ni las emociones. Y que además trata sólo el síntoma y no la causa del problema. Se trata de un sistema que mantiene al paciente en la ignorancia y la dependencia, y al que se estimula para que consuma fármacos de todo tipo.


–Se supone que el sistema sanitario está al servicio de las personas.


–Está al servicio de quien le saca provecho: la industria farmacéutica. De manera oficial –puramente ilusoria– el sistema está al servicio del paciente pero, oficiosamente, en la realidad, el sistema está a las órdenes de la industria, que es la que mueve los hilos y mantiene el sistema de enfermedad en su propio beneficio. Se trata, en definitiva, de una auténtica mafia médica, de un sistema que crea enfermedades y mata por dinero y por poder.


–¿Y qué papel juega el médico en esa mafia?


– El médico es –muchas veces en forma inconsciente, es verdad– la correa de transmisión de la gran industria. Durante los 5 a 10 años que pasa en la Facultad el sistema se encarga de inculcarle unos determinados conocimientos y de cerrarle los ojos a otras posibilidades. "Posteriormente, en los hospitales y congresos médicos, se les refuerza en la idea de que la función del médico es curar y salvar vidas, de que la enfermedad y la muerte son fracasos que debe evitar a toda costa y de que la enseñanza recibida es la única válida. Además se les enseña que el médico no debe implicarse emocionalmente y que es un 'dios' de la salud. De ahí que incluso exista caza de brujas entre los propios profesionales de la medicina. La medicina oficial, la 'científica', no puede permitir que existan otras formas de curar que no sean serviles al sistema".


–El sistema, en efecto, pretende hacer creer que la única medicina válida es la llamada medicina científica, la que usted aprendió y de la que ha renegado. Precisamente en el mismo lugar en que va a aparecer su entrevista publicamos un artículo al respecto.


–La medicina científica está enormemente limitada porque se basa en la física materialista de Newton: tal efecto obedece a tal causa. Y, por tanto, tal síntoma precede a tal enfermedad y requiere tal tratamiento. "Se trata de una medicina que además sólo reconoce lo que se ve, se toca o se mide y niega toda conexión entre las emociones, el pensamiento, la conciencia y el estado de salud del físico. Y cuando se la importuna con algún problema de ese tipo le cuelga la etiqueta de enfermedad psicosomática al paciente y se le envía a casa tras recetarle pastillas para los nervios".


–Es decir, que a su juicio, la medicina convencional sólo se ocupa de hacer desaparecer los síntomas.


–Salvo en lo que a cirugía se refiere, los antibióticos y algunas pocas cosas más, como los modernos medios de diagnóstico, sí. Da la impresión de curar pero no cura. Simplemente elimina la manifestación del problema en el cuerpo físico pero ésta, tarde o temprano, resurge.


–A su juicio, pues, dan mejor resultado las llamadas medicinas suaves o no agresivas.


–Son una mejor opción porque tratan al paciente de forma holística y le ayudan a sanar... pero tampoco curan. Mire, cualquiera de las llamadas medicinas alternativas constituyen una buena ayuda pero son sólo eso: complementos. Porque el verdadero médico es uno mismo. Y cuando uno es consciente de su soberanía sobre la salud deja de necesitar terapeutas. "El enfermo es el único que puede curarse. Nadie puede hacerlo en su lugar. La autosanación es la única medicina que cura. La cuestión es que el sistema trabaja para que olvidemos nuestra condición de seres soberanos y nos convirtamos en seres sumisos y dependientes. En nuestras manos está, pues, romper esa esclavitud".


–¿Por qué las autoridades políticas, médicas, mediáticas y económicas lo permiten? ¿Por qué los gobiernos no acaban con este sistema de enfermedad, costosísimo por otra parte?


–A ese respecto tengo tres hipótesis. La primera es que quizás no saben que todo esto está pasando... pero es difícil de aceptar porque la información está a su alcance desde hace mucho y en los últimos veinte años son ya varias las publicaciones que han denunciado la corrupción del sistema y la conspiración existente. "La segunda hipótesis es que no pueden acabar con ello... pero también resulta difícil de creer porque los gobiernos tienen el suficiente poder. "Eliminadas las otras dos hipótesis, la tercera, que no quieren acabar con el sistema, parece la más plausible.
Y si un gobierno se niega a acabar con un sistema que arruina y mata a sus ciudadanos es porque forma parte de él, porque forma parte de la mafia.

Continuará...

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