martes, 6 de enero de 2009

De cómo vencimos el miedo y la vergüenza: La historia de Abi y Martín en Piña Palmera (I de III partes)


Martín y Abigail, son hermanos. Ambos nacieron a unos cuantos minutos del exclusivo complejo turístico Bahías de Huatulco, en un vecindario de calles de arena blanca en el que la pobreza se huele desde bien lejos. Los dos tienen ataxia, un transtorno causado por una degeneración o atrofia de las células del cerebelo. La palabra "ataxia" viene de las palabras griegas "a" y "taxis", que significan "sin orden o sin coordinación"…Y es esa falta de coordinación en su cuerpo la que los ha llevado a enfrentar el gran reto de su vida. En la foto, Martín con su hermano menor, Oswaldo.
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“No me cabe duda, lo primero que tenemos que vencer las personas con discapacidad es el miedo. El miedo es un enemigo de nosotros y hay que terminar con él… Yo primero salí quinientos metros de mi casa para ir a trabajar en un taller mecánico, luego me fui más lejos y después llegué hasta aquí. Así fue como perdí el miedo a caerme, a lastimarme y también a las burlas, a los insultos y a la ignorancia”.

Quien habla es Martín Reyes Hernández al recordar las complicaciones que llegaron con la ataxia. “Desde que tengo uso de razón -dice Martín- las cosas no fueron fáciles en la casa pues a mi hermana Abi y a mí siempre nos discriminaron por no poder caminar bien…Me decían que yo nunca iba a poder ganarme la comida, familiares míos decían que éramos un estorbo y de niños muchas veces nos quedamos sin comer”.

Dos años menor que Martín, Abigail (“Abi”) ve a su hermano contar lo que parece una increíble y triste historia. Lo mira seria con sus ojos de dieciocho años y recuerda también los días difíciles en que los niños de la escuela primaria se burlaban de ella, la empujaban, la tiraban. “Los demás alumnos me decían borracha y mi madre aseguraba que yo no iba a aprender nada. Pero sí, a pesar de todo terminé la escuela a los catorce años, entonces todavía podía caminar un poquito”.

Sentados en uno de los comedores de Piña de Palmera, Abi dice que después de todo este tiempo hoy comprende las actitudes de buena parte de su familia: “Ellos no entienden que uno tiene otro proceso. No saben nada de la discapacidad y piensan que somos personas que no valemos, que somos un problema…pero es por ignorancia, no se dan cuenta de lo que dicen, no se dan cuenta que están equivocados”.

“Pero bueno, dice Martín, lo importante es que hemos podido salir del hoyo, que vinimos a Piña, que pudimos llegar a Piña. Y por eso uno de los recuerdos más bonitos que tengo en mi vida es precisamente de cuando llegué por vez primera a Piña y vi caras diferentes. Fue un primero de febrero y el ver a otras personas con discapacidad, ver a Odilia, a Paco, a Malena, a Alfredo…a todas esas personas que ahora son con mi familia me hizo pensar diferente y reconocer mi historia en la de ellos, que no estaba solo. Ese día me enfrenté a la responsabilidad de mi propia vida y descubrí la alegría de mi libertad”. Pero Abi seguía en casa y yo sabía que debía rehabilitarse, que había que ayudarla. Y con la gente de Piña fuimos a verla, pero ella no se atrevía a dejar la casa. Al final se atrevió, pero nos costó mucho convencerla.

Abi tercia y dice “Cuando yo estaba en mi casa pensaba que era la única persona con discapacidad, por eso no quería salir, no quería que me dijeran más cosas ni que me volvieran a lastimar. Pero cuando llegué a Piña y vi a Paco y a Malena y vi que era capaz de hacer cosas, pensé que yo también podría hacerlo…Así fue como llegué, no me acuerdo que día, pero así fue como llegué”.


Continuará…