jueves, 14 de febrero de 2008

"APARTHEID CONTRA LAS PERSONA CON DISCAPACIDAD"


Ana Paula Grossara


Vivimos en un mundo donde mucho se habla sobre Derechos Humanos, pero la falta de respeto permanece como una pauta para muchos de los humanos. La mayor parte de las veces, en el imaginario colectivo, cuando se habla en derechos humanos asociamos esta idea con cárceles superpobladas, prácticas crueles y de tortura con presos. Ocurre que existen varias personas que, a pesar de ser gente, de la misma especie científica de los homo sapiens, parecen invisibles y no son fácilmente asociadas a las cuestiones que incluyen los derechos humanos.

Estoy refiriéndome a las personas con discapacidad, que en muchos casos no cometieron ningún delito y que incluso pagan impuestos, pero a las cuales se les excluye de la posibilidad de gozar de los derechos humanos básicos, simplemente por convivir diariamente con una discapacidad que recibieron como "regalo de la vida".

Es importante aclarar que la discapacidad de esas personas es solamente una característica más entre las varias que posee todo el mundo, pero comúnmente es representativa de tales personas, ¡como si la persona fuese su propia deficiencia, lo cual es un absurdo!

Muchos de mis lectores van a decir que no, que las personas con discapacidad son también sujetos de derechos, incluso los humanos y universales, y que la legislación brasileña e incluso nuestra Constitución no habla en niveles diferentes de ciudadanía.

Todo eso es muy lindo hasta que aparece, en el mundo real, una persona con discapacidad, que quiere estudiar en su escuela, leer los libros que se han publicado, trabajar en su empresa, recrearse en su establecimiento de esparcimiento, e incluso frecuentar su iglesia, asistir a un casamiento o hacer una visita a su casa o a su lugar de trabajo.

El pánico aumenta si esa persona se rehúsa a ser alzada en brazos para subir una escalera o si simplemente señala que el problema es la escalera, la falta de libros en formato accesible, la ausencia de audio-descripció n en la propaganda linda que se ve en la televisión, o la falta de accesibilidad digital en el sitio de su empresa. Bueno, su casa estaría resguardada si no fuera por aquella voluntad incontrolable de su visita que, después de unos aperitivos, precisa, como todos, usar el baño.

¿Y ahora? ¿Tú no lo sabías y no se te informó que por una puerta de 60 centímetros no pasa una silla de ruedas? ¿Tú no tienes obligación de saber que el libro impreso no atiende a todas las necesidades de todos los lectores y que eso puede ser considerado, por el código del consumidor, un defecto? Y tú, que eres el responsable de la iglesia, olvidaste que la puerta lateral – aquella donde tiene la rampa exigida por la Municipalidad – precisaba estar abierta? ¿Acaso pedir disculpas va a valer alguna cosa o va solamente a empeorar la rabia por la exclusión tácita que la persona está sintiendo?

La escuela no puede recusar la matrícula porque constituye delito, pero crea tantos problemas cuando se informa sobre la discapacidad del niño, que muchos padres prefieren no exponer a sus hijos a tamaña discriminació n.

Es por eso que afirmamos que vivimos en un APARTHEID silencioso contra las personas con discapacidad. Nadie dice que no se puede entrar a la iglesia, sólo que la puerta, cuando existe, está cerrada y nadie tiene la llave, y lo que es peor, nadie piensa en cómo abrir la puerta, sino en cómo librarse de aquella persona con discapacidad o en cómo evitar su presencia para no mostrar la incoherencia entre el discurso y la práctica.

En ese momento el problema es la presencia de la persona con discapacidad y simplemente es sumamente complejo para la persona, en esas situaciones de "crisis", que sólo desea participar, mostrar que el problema es la falta de accesibilidad o la falta de respeto a los derechos de aquel ser humano que está frente a ti.

Y en el imaginario colectivo y en la vida real, vamos creando más y más barreras para separar a esas personas de nuestra convivencia. ¿Transporte accesible? Sólo especial y separado, porque no podemos imaginar que una persona desee salir de su casa y vivir… Y por hablar de eso, cuando encontramos a alguien con discapacidad que está ahí en el mismo lugar que nosotros, luchando por su independencia como la mayor parte de los brasileños y brasileñas, en seguida etiquetamos – EJEMPLO DE VIDA, no queremos saber de hecho lo que esa persona hace, sino que para segregarla la colocamos en otra categoría de los que deben ser admirados… Porque así resulta más fácil alejarlos de nuestra convivencia.

Pero aún nos resta una esperanza: que la Convención sobre los Derechos de la Persona con Discapacidad, primer Tratado Internacional de Derechos Humanos, elaborada por la ONU y con carácter vinculante, sea ratificada por Brasil, con quórum calificado para dar visibilidad a 14,5% de la población, de acuerdo con el Censo Demográfico del IBGE de 2000 para que pueda ser usada como arma de enfrentamiento mundial de este terrible APARTHEID silencioso, al que tú puedes contribuir y mucho para su mantenimiento si continúas siendo omiso y haciendo de cuenta que no ves todo lo que dije más arriba.

Por eso y mucho más, queremos que esa Convención sea rotulada como la Convención contra el APARTHEID de las personas con discapacidad.

Tradujo: Cristina Otálora
Revisó: Paula Maciel

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Centro de mensajes. Deja tus omentarios!!!