México, farol de la calle, ¿oscuridad en casa?
Katia de Artigues
El Universal
En México estamos quedando mal ante los ojos de parte de la comunidad internacional. Me refiero a personas con amplio conocimiento en derechos humanos y sobre todo de los derechos de las personas con discapacidad.
Y es que aunque fuimos el país impulsor de la reciente Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad en la ONU —una pieza legislativa de avanzada a nivel mundial— cuando el pacto se ratificó en el Senado se hizo con un “pero”, una “declaración interpretativa” .
Muestra fue lo que pasó ayer en el Hotel El Presidente en un panel dentro de la Sexta Asamblea General Ordinaria de la Red de Instituciones Nacionales para la Promoción y Protección de los Derechos del Continente Americano (sí, todo eso se llama).
Dos profesores universitarios destacados, especialistas en el tema del derecho y la discapacidad dijeron ayer en público lo que se dice desde hace tiempo en círculos cerrados: que es incongruente que México haya puesto este candado… aunque haya sido de buena fe (de eso estoy segura).
Eso fue lo que dijo el doctor Gerard Quinn, quien es profesor de derecho de la Nacional University of Ireland y también integrante de la comisión de derechos humanos de Irlanda. Un hombre que de manera muy reciente terminó un estudio sobre derechos de las personas con discapacidad encargado por la oficina del Alto Comisionado en Derechos Humanos de la ONU, por cierto.
El otro profesor, Michael Stein —también una persona con discapacidad motriz, y actual profesor de Derecho de la William and Mary School of Law, con doctorado en Cambridge— fue más allá: dijo que era “embarazoso” para México y hasta promovió la idea de que organizaciones en pro de los derechos de las personas con discapacidad protestaran.
Hasta el momento sólo México ha puesto un “pero” a la convención. Pensaron en hacer lo mismo China y algunos países árabes, por el mismo artículo, el 12, que habla de la capacidad legal de las personas con discapacidad. Pero no lo hicieron finalmente.
Somos únicos. En promoverla, primero, y luego en poner un negrito en el arroz.
Katia de Artigues
El Universal
En México estamos quedando mal ante los ojos de parte de la comunidad internacional. Me refiero a personas con amplio conocimiento en derechos humanos y sobre todo de los derechos de las personas con discapacidad.
Y es que aunque fuimos el país impulsor de la reciente Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad en la ONU —una pieza legislativa de avanzada a nivel mundial— cuando el pacto se ratificó en el Senado se hizo con un “pero”, una “declaración interpretativa” .
Muestra fue lo que pasó ayer en el Hotel El Presidente en un panel dentro de la Sexta Asamblea General Ordinaria de la Red de Instituciones Nacionales para la Promoción y Protección de los Derechos del Continente Americano (sí, todo eso se llama).
Dos profesores universitarios destacados, especialistas en el tema del derecho y la discapacidad dijeron ayer en público lo que se dice desde hace tiempo en círculos cerrados: que es incongruente que México haya puesto este candado… aunque haya sido de buena fe (de eso estoy segura).
Eso fue lo que dijo el doctor Gerard Quinn, quien es profesor de derecho de la Nacional University of Ireland y también integrante de la comisión de derechos humanos de Irlanda. Un hombre que de manera muy reciente terminó un estudio sobre derechos de las personas con discapacidad encargado por la oficina del Alto Comisionado en Derechos Humanos de la ONU, por cierto.
El otro profesor, Michael Stein —también una persona con discapacidad motriz, y actual profesor de Derecho de la William and Mary School of Law, con doctorado en Cambridge— fue más allá: dijo que era “embarazoso” para México y hasta promovió la idea de que organizaciones en pro de los derechos de las personas con discapacidad protestaran.
Hasta el momento sólo México ha puesto un “pero” a la convención. Pensaron en hacer lo mismo China y algunos países árabes, por el mismo artículo, el 12, que habla de la capacidad legal de las personas con discapacidad. Pero no lo hicieron finalmente.
Somos únicos. En promoverla, primero, y luego en poner un negrito en el arroz.
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